martes, 27 de noviembre de 2012

La mula y el buey

 





         Creo que ningún medio de comunicación ha dejado de hacerse eco de la noticia, según la cual el Papa afirma en su último libro que en el portal de Belén no había ni mula ni buey. Lo han comentado de forma jocosa unos; otros buscando llevar el agua a su molino y frotándose las manos, porque así van a ir cayendo poco a poco los mitos que nos habían contado como verdades.
Lo cierto es que está creando sorpresa, estupor e incluso disgusto entre los propios cristianos católicos, que no entienden por qué hay que tocar una tradición tan arraigada y entrañable, siendo así que el asunto no se refiere a lo esencial. Y yo creo que tienen mucha razón, sobre todo si se añade el “con la que nos está cayendo”.
Pero seamos justos: Joseph  Ratzinguer se hace eco de que en los evangelios de la infancia, ni San Lucas ni San Mateo refieren la presencia de esos animales. Y es verdad. Pero tampoco resultaría extraño que estuviesen en aquel establo, como ha supuesto la tradición popular cristiana.
Yendo un poquito más al fondo, uno comprende la desazón de los católicos, que se esfuerzan en mantener el portal en sus casas, en la entrada de su bloque, en las plazas, en los colegios, frente a quienes desearían borrar todo vestigio de la venida de Cristo; quienes ya no utilizan la palabra Navidad y la llaman “estas fiestas”, intentado colarnos a Papá Noël, quien, por cierto, vestía originariamente de verde pero cambió al rojo por imposición de Coca Cola.
Además, convirtiendo en noticia algo con tan poco calado, damos una baza magnífica a quienes les molesta la propia existencia del cristianismo, porque es incomodo y saca los colores. Y es que en Navidad celebramos la Encarnación del Hijo de Dios hecho uno de nosotros, uno de tantos, asumiendo nuestra propia humanidad y compartiendo los avatares de la historia, sin permanecer, por tanto, ajeno a nada  de lo que sucede. Nunca mejor dicho que “lo sufre en propia carne”, como Él mismo afirmó muchas veces en el Evangelio.
Por eso haríamos mejor en centrar nuestra atención en el misterio del Dios hecho hombre, padeciendo Él mismo la falta de alimento, las penurias económicas, los desahucios, el debilitamiento de los sistemas de protección, frutos maduros de la injusticia y el ansia desmedida de riqueza y poder.
El Portal es una venerable tradición cristiana. Ponga el portal y llénelo de animales, incluidos la mula y el buey, pero no olvide que el centro es el Niño, el Dios hecho hombre, ese encuentro misterioso, pero real, de Dios con la humanidad, de Dios contigo y conmigo.

                                                                                  José Palomas Agout.
                                                                                              Párroco.
                                                                                        Noviembre 2.012.

domingo, 11 de noviembre de 2012

La moneda de la viuda.

       La moneda de la viuda.
(A propósito del Evangelio de hoy,
Domingo XXXII del Tiempo Ordinario).

Si uno viaja a Tierra Santa, encontrará que en todas las tiendas de recuerdos le ofrecen unas moneditas muy parecidas a nuestros actuales céntimos, que se llaman así: “la moneda de la viuda”. Toma su nombre del evangelio que hoy leemos en toda la Iglesia: Efectivamente, dice San Marcos en 12, 38-44 que Jesús alaba a una pobre mujer, “que pasa necesidad”, y que echó en el cepillo del templo “lo que ella misma necesitaba para vivir”,  frente a quienes depositaban grandes cantidades “de lo que les sobra”.
Desde luego Jesús no está hablando de economía ni de cómo sostener el templo, que resultaría imposible a base de centimillos. Como en tantas ocasiones Él está anunciando con estos ejemplos una novedad, el comienzo del Reino de Dios, que ha venido a inaugurar y donde las cosas serán distintas.
Hoy resalta Jesús dos características de este nuevo orden:

1.- No se construye ni con apariencia, ni a base de injusticias, aunque se intenten disimular con ropajes y palabras religiosas. El Maestro lo dice mejor: ”¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en la sinagoga y los primeros puestos en los banquetes, mientras devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia muy rigurosa”.

2.- Según sus palabras, el Reino se construye con personas que se dan a sí mismas, que no se ponen en primer plano, que no buscan su propio provecho. Por eso, el trabajo callado y humilde, la entrega generosa a tareas sin relevancia ni reconocimiento social, lo despreciable para este mundo, representado en la moneda de nuestra viuda, toma un valor incalculable. En ella estamos incluidos nosotros y lo poco que podemos ofrecer. Pero nuestra alegría es que eso lo valora el Señor, y no por darnos una palmadita en la espalda y consolarnos sino porque somos los cimientos de la Nueva Ciudad, su Iglesia.
           
Así toma sentido el: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos”.
                                              
                                                                                 
José Palomas Agout, párroco.
                                                                                                                             11/11/12.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Los veinte millones de euros



Mientras tomaba un café oía a mis espaldas una serie de comentarios sobre el tema estrella en estos días: el donativo a Cáritas de esa cantidad por parte de uno de los comerciantes más ricos de nuestro país. Hablo de esto porque, a juzgar por la conversación, parecía que el señor en cuestión se presentaría en Cáritas con un saco, lo vaciaría encima de una mesa y, a renglón seguido, comenzaría el reparto entre todos los pobres.

Resumiendo, que dentro de pocos días yo iría al banco, me darían la parte de nuestra Cáritas y lo repartiríamos entre las personas que acuden a pedir. Aparte de los consabidos chistes maliciosos, como “la mitad se lo guardarán los curas”, bromeaban con apuntarse ellos también por si cae algo. Con los argumentos de estos contertulios, si Cáritas está ayudando directamente a más de un millón y medio de personas, tocarían a poco más de diez euros,  y eso sin desquitar, claro, la parte de los curas.

Pero las cosas no son así, porque ni el donante ni Cáritas son tan torpes. ¿Cómo se hace, entonces? Pues se redacta un convenio entre la fundación creada por este señor y la Institución Cáritas Española, donde se especifica la cantidad, el tiempo de duración, las parcelas en que el donante desea que se emplee proporcionalmente, la forma concreta en que irán haciendo efectivos los pagos, la justificación, el seguimiento y, normalmente, la auditoría por una entidad externa a ambos. Entonces es cuando se firma y comienza a ponerse en práctica.

Tal vez ayude un ejemplo tipo. Supongamos que unas monjitas quieren poner en marcha un comedor social para indigentes. Pues deben presentan el proyecto a Cáritas Española, incluyendo todos los gastos que originaría: local, electricidad, personal, alimentos, etc, etc. Ese proyecto es estudiado entre otros muchos que se presentarán, como es natural. Y, si se amolda a la voluntad del donante y el beneficio para los pobres compensa el gasto, es aprobado total o parcialmente. A partir de aquí la institución que regenta ese comedor social presenta mensualmente las facturas de gastos, que es abonada con dinero de la donación. Naturalmente no se aceptarán facturas que no reúnen todos los requisitos legales, puesto que las cuentas serán auditadas.
 

No es la primera vez que Cáritas recibe donaciones de particulares o subvenciones de organismos oficiales. Tiene, por tanto, mucha experiencia en este tipo de actuaciones y goza de gran prestigio, porque es exquisita en la justificación cuentas. Para corroborar lo dicho baste recurrir al ejemplo de este señor, que conoce el mundo y no parece que se deje engañar fácilmente. Pues bien, él ha confiado precisamente en la Institución Samaritana de la Iglesia Católica. No hay dinero en maletines o bolsas de plástico, ni se lo reparten en una habitación cerrada al estilo Alí- Baba.

                                                             José Palomas Agout, párroco.
                                                                                                 28 Octubre 2.012

viernes, 2 de noviembre de 2012

Por qué no conocen a Jesucristo


Según fuentes de la Conferencia Episcopal Española, en palabras de Monseñor Munilla, obispo responsable de pastoral juvenil, el 50% de los jóvenes españoles no conocen a Jesucristo.
Naturalmente, al ser una media habrá diferencia entre las distintas regiones e influirá bastante la formación que estos jóvenes poseen;  “no conocen” significa que, aunque muchos sean capaces de identificarle en las distintas  formas en que se manifiesta artísticamente, no saben nada más de El: su vida, su enseñanza, su doctrina; no han leído nada del Evangelio ni son capaces de recitar el padrenuestro y, desde luego, la práctica se reduce, si es el caso, a momentos puntuales, que no dejan huella en sus vidas.
Es necesario recordar que en la sociología actual  el concepto de juventud abarca un periodo muy amplio de la vida, podemos estar hablando de personas que tienen bien cumplidos los treinta. Los obispos se refieren, por tanto, no sólo a los adolescentes, sino también a los padres y madres de niños en edad escolar, incluso universitarios. Al no conocer ellos a Jesucristo, tampoco pueden transmitirlo a sus hijos. “Se ha roto la cadena de transmisión de la fe”, afirman, quedando en manos de algunas abuelas la primera iniciación cristiana, papel que tradicionalmente ha correspondido a los padres
Para los creyentes, todos los acontecimientos son una llamada de Dios a la conversión; cito estos datos en sentido creyente y, por tanto, no deseo que sean en forma alguna interpretados como derrotismo;  son un acicate para ponernos a trabajar. La conclusión de nuestros obispos es que España ya puede considerarse como “un país de misión”.
Leído lo anterior, ¿qué podemos hacer nosotros?
1.- Tanto el Papa como nuestros pastores nos están recordando en este año de la fe que todos somos misioneros desde el día de nuestro Bautismo. Tal vez para nosotros ser misionero no sea discutir ni ir tocando de puerta en puerta, pero sí intentar transmitir nuestra fe a quienes tenemos más cerca. Primero con el ejemplo, pero además con la palabra y los medios adecuados. Es una tarea larga, como todo proyecto educativo, que requiere paciencia y tacto: no vamos a avanzar ni un milímetro con largos discursos o riñas. Dicen los expertos pastoralistas que la Iglesia, es decir, nosotros, tenemos que aprender a hacer cristianos, porque hasta hace no mucho tiempo nos venían dados por la sociedad, y eso ya no sucede.
2.- Nos ayudará bastante no dejar esta tarea exclusivamente en manos de los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los profesores de religión, etc.  Su tarea  es servir de ayuda, pero, si no tienen eco en la familia, en los amigos, en el grupo con que se reúnen los jóvenes, se abre una brecha entre lo que dice el cura, lo que oigo en la iglesia y lo que dicen mis seres más cercanos. (Como ejemplo, aunque no es el único, sucede muchas veces con los niños y niñas de comunión).
3.- Ayudará bastante que los mayores dejemos de recurrir a los famosos “tiempos dorados” de mi juventud. Esa añoranza no es buena, porque nos produce pasividad, esperando de brazos cruzados que vuelvan aquellos años dorados. Es necesario recordar que, cuando los mayores nos referimos a “nuestra juventud”, quienes nos oyen aún no habían nacido.
4.- Nuestra parroquia está transmitiendo a los niños y niñas de comunión las verdades fundamentales de la fe, gracias a los catequistas. Tenemos un grupo de confirmación, en que se intenta poner a los jóvenes en contacto con Jesucristo. Después de recibir ambos sacramentos nos preocupa la permanencia y eso ya no está en nuestras manos, al menos totalmente. Aquí serían necesario adultos que los “adoptaran” para animarlos a seguir en el camino que han emprendido.
Estas quieren ser unas palabras de ánimo. Sabemos que Jesucristo tiene en sí mismo fuerza suficiente para llenar de alegría la vida de quienes le siguen. Nuestra tarea es presentarlo claramente, en este caso a los jóvenes. No es que se haya secado el manantial sino que están faltando guías para acompañar a los hombres hacia él.
                                                           José Palomas Agout, Párroco.
                                                                                              Octubre 2012.

Cuentos para los niños de Primera Comunión

Cuento para los niños de Primera Comunión.

Parroquia de Ntra. Sra. del Carmen.                                      Sanlúcar de Barrameda.
           









-“Ha llegado el correo”, dijo el secretario, mientras depositaba un sobre encima de la mesa de trabajo. Miró por encima del cristal de sus gafas de cerca y leyó “Carta a Dios”. Efectivamente era para El. “Sanlúcar de Barrameda, España”, decía el remite.

Entonces pensó: “Esto me huele mal”, porque últimamente no le llegaban buenas noticias de ese país.

Como no tenía el ánimo para muchos sobresaltos,    
-“A ver, Alborada, dijo a su secretario, léeme la carta, que estoy muy cansado”.

Éste abrió el sobre con parsimonia, se aclaró la voz y…                    


Querido Dios:

Somos un grupo de niños que vamos a hacer la Primera Comunión. Nuestras catequistas nos han explicado que eres muy bueno y nos quieres mucho. También nos han contado que llevas siglos y siglos intentando convencer a las personas para que cambien y sean mejores, pero que, hasta ahora, no has tenido mucho éxito. Y como la gente no te escucha, hay guerras, hambre, violencia y odio.

Pues nosotros hemos decidido echarte una mano y desde ahora nos vamos a portar bien, ayudando en casa, haciendo las tareas del cole y no olvidándonos de los pobres.

Así que cuenta con nosotros. Estos son nuestros nombres:






Rafael
Ahumada Romero.
Ana Belén Martínez Rondán
Sheila María Salguero Silva
Rita
Armentero Venegas
Rocío
Monge Sevillano
Andrea
Vidal de los Reyes
Ana
Atienza Serrano
Marina Pérez Pérez
Sergio
Ballén Sánchez
Alfonso
Palacios Pérez
Carmen
García Caballero de las Olivas 
Yolanda
Domínguez Ruíz
José Luís
Díaz Cordero
Daniel
Sánchez González
Mercedes
Ancela Bustillo
Angela María Rendón Ramírez
José Carlos
Morales Bernal
Carmen María Ocaña Espinar
Estrella
Núñez Benítez
María
Calvo Pérez
Manuel
Vidal del Mora


Y no te preocupes, ya verás como poco a poco todo se va arreglando.
        Un beso grande.

 Cuando el secretario terminó la lectura, Dios estaba limpiando sus gafas empañadas por las lágrimas.

-“¿Ves como la gente es buena? ¿Cuántas veces te he dicho que no seas tan pesimista?”

-“¿Yoooooo?”

-“Sí, tú. ¡Siempre con esa cara de palo! ¡Hay que alegrarse, hombre! ¡La vida es bella!”
(Alborada guardó silencio. ¡Cualquiera contradice al jefe en estos tiempos!)

Haciendo un gesto así con el dedo, Dios, le indicó que se acercara. Bajó la voz y susurró:

-“¿No teníamos escondida por ahí una botellita de Champán?”

El ángel dio un respingo y…


-“Pero, Señor, con todos los respetos, recuerde que el médico…”

-“Y dale con el régimen. Anda, sé bueno. Es un sorbito, un chin de nada. Total un día es un día”.

Reclinado en su sillón favorito se deleitaba con el hervir de las burbujas en la copa. Entonces dijo:

-“¿No está un poco oscuro este despacho?”

Inmediatamente, Alborada subió las persianas y la habitación quedó inundada por la luz de millones y millones de estrellas.

-“Je, je, jeeee. La verdad es que me costó casi una semana de duro trabajo, pero ha quedado realmente mara-villoso”.

Cerró los ojos y pensó:

-“Ahora no sé qué es más hermoso, si el universo o el corazón de estos niños.       ¡¡Soy tan feliz!!

Entonces su ángel-secretario apagó la luz y lo cubrió con una mantita de nubes, no fuera a coger frío.

Porque Dios se había quedado dormido. Chissssss.




                Sanlúcar de Barrameda, 29 de Abril del 2012.
                    Parroquia de Nuestra Señora del Carmen.
                                        José Palomas Agout.

El Credo

 
 
Credo Niceno – Constantinopolitano.
Formación Consejo Local de HH y CC. (22/10/12).
Apuntes para la charla.

1.- Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso,
2.- Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
*No vamos a tratar propiamente de la historia del credo.
*Este, conocido como Niceno Constantinopolitano, que recibe su nombre de los dos concilios en que se fijó y  el Apostólico son profesados por católicos, protestantes y ortodoxos.
§194. El Símbolo de los apóstoles, llamado así porque es considerado con justicia como el resumen fiel de la fe de los apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma. Su gran autoridad le viene de este hecho: "Es el símbolo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles, y a la cual él llevó la doctrina común" (S. Ambrosio, symb. 7).
§195. El Símbolo llamado de Nicea-Constantinopla debe su gran autoridad al hecho de que es fruto de los dos primeros concilios ecuménicos (325 y 381). Sigue siendo todavía hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente.
*El credo no impone el resultado de una especulación de teólogos sino que compendia la fe del pueblo creyente y la propone en las llamadas fórmulas, que dan unidad a quienes profesamos la fe católica en toda la tierra.


1.- Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso,

Ø  La palabra Creo, en primera persona del singular, hace referencia al yo. La fe es siempre una aceptación personal y libre. Es un don de Dios, que el yo acepta como un ejercicio de su autonomía. No es sumisión, sino afirmación, grandeza, ejercicio de la libertad.
Tanto la enseñanza –catequesis- como los testigos de la fe: los padres, los creyentes que nos rodean, etc., pueden ayudar mucho, pero no son definitivos. Nadie debería afirmar que tiene fe si nunca la ha asumido personalmente. La pertenencia al grupo de los creyentes no proviene del ámbito social donde nos movemos: familia, colegio, amigos, hermandades, etc.
Pero una vez afirmada personalmente mi creencia, sí que formo parte de la comunidad que llamamos la Iglesia y en ella reafirmo, comparto y celebro mi fe con los hermanos.
La opción de fe, siendo en su origen personal, no permanece oculta en lo más recóndito del individuo, sino que debe exteriorizarse en todos los ámbitos de la vida y encontrarse con otros creyentes en la Iglesia, especialmente celebrando juntos la Eucaristía del domingo, donde hacemos manifestación pública de ella en el credo.
Creer es un acto plenamente humano, mediante el cual el hombre, usando su inteligencia y su voluntad, sopesando todas las circunstancias, se decide libremente por la fe. El ser humano se realiza optando, decidiendo continuamente, aún con el riesgo de equivocarse. La fe no es el resultado de una demostración empírica, no es una evidencia; lo evidente se impone y una inteligencia normal debe aceptarlo; propiamente hablando no es un acto libre. La libertad se ejerce cuando se cree, no al constatar una evidencia.

Ø  Un solo Dios. El cristianismo es esencialmente monoteísta. La primera revelación a su pueblo por medio de los patriarcas es: “Yo soy Dios, no hay otro Dios fuera de mí”. Con ese pueblo hace una alianza, un pacto: “Tú serás mi pueblo y yo seré tu Dios”. El Antiguo Testamento es la historia de las alegrías y los logros cuando Israel es fiel a su Dios; y de las penurias y tristezas si rompe el pacto adorando a otros dioses.
Creer es la afirmación de  mi fe en un Dios único, al cual debe supeditarse todo lo demás. Adorar a otros dioses del tipo que sean – en el Evangelio se habla del Dios dinero- es caer en la idolatría. Creer en un solo Dios supone que todo lo demás es secundario.

Ø  Padre. Es la revelación más luminosa que Jesús nos hace en los evangelios. Se dirige a Dios como su Padre, pero nos enseña que también es Padre para nosotros, nuestro Padre amoroso, que nos quiere por encima de nuestras miserias y que nos guía por el camino del bien. (Parábola del Hijo Pródigo, Padrenuestro).
Profesamos, pues, que no es un Dios impersonal, terrible e inmisericorde; profesamos nuestra fe en su bondad y en su insistencia para que nosotros la imitemos. No es un Dios que se desentienda de sus hijos, sino que sufre con nuestras infidelidades y se alegra con nuestro regreso al hogar.

Ø  Todopoderoso. Como adjetivación de Padre, tiene una connotación filial, de entrega a un Dios que está empeñado en orientarlo todo para mi bien, incluso las cosas que no comprendo, que no me gustan o que, al menos aparentemente, me perjudican.
Pero significa también que tiene todo el poder, que nada ni nadie puede ensombrecerle. Si no es todopoderoso no es Dios, porque habría alguien superior o igual a El.
No supone creer en un Dios que puede actuar arbitraria o absurdamente; mucho menos que se mueva por impulsos de humor o acepción de personas. Cosa distinta es que yo no alcance a comprender por qué actúa así o suceden ciertas cosas. La fe también tiene un componente de “a pesar de”. (Job).


2.- Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Ø  Creador. Así comienza el primer libro de la Biblia: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1,1). Nuestra fe proclama que Dios es anterior a todo y el origen de todo. El término  supone también la creación de la nada. No es, pues, un Dios que pueda confundirse con la energía cósmica o cualquiera de los demás elementos esenciales y originarios propuestos por la ciencia.
En el credo afirmamos nuestra fe en un Dios personal, distinto de la creación y anterior a ella, porque es obra suya. Confundir al creador con lo creado es una forma de panteísmo –todo es dios-, doctrina bastante secundada consciente o inconscientemente en nuestro mundo y que da pie a una religiosidad débil y difusa, descomprometida generalmente. Por el contrario, el cristiano sí cree que Dios está en todo y en todas partes, porque sigue creando, enriqueciendo y animando con su presencia la obra de sus manos.

Ø  Del cielo y de la tierra. La tierra, es decir, el lugar donde habitamos, y que vamos conociendo en toda su riqueza y diversidad, gracias a los avances de la ciencia y de la técnica. Ciertamente, el autor de Génesis 1,1 tenía una visión muy local y limitada del significado de la palabra tierra. Podríamos afirmar que nos separa de él  un abismo, dada nuestra percepción más global en todos los aspectos. Pero la fe en que Dios creó esta tierra donde habito no está mediatizada ni por el tiempo transcurrido ni por el mayor o menor conocimiento que yo tenga de ella.
Ø  El cielo. Como distinto, pero íntimamente ligado a la tierra. Son los dos elementos que hacen posible y sostienen la vida, porque en el cielo Dios colocó el sol, la luna, las estrellas, la lluvia, el viento.
El cielo representa la inmensidad de lo desconocido y misterioso, por esta razón ejerció siempre una fascinación sobre los hombres de todos los tiempos. Hemos avanzado mucho en el  conocimiento de sus leyes internas y desentrañado algunos de los enigmas, pero ello nos ha llevado a plantear nuevos interrogantes, aumentando, si cabe,  el éxtasis inicial; basta ojear las noticias o leer algo sobre astrología y astrofísica. Es curioso observar cómo van cambiando las teorías sobre el origen del universo, probablemente porque la gran pregunta permanece abierta. Tan abierta como para el primer hombre que miró al cielo.
Pues en el credo proclamamos que Dios creó el firmamento, el cosmos, tal como es, no sólo tal como lo conocemos en la actualidad.  Por tanto, cada nuevo descubrimiento no debilita la fe. En la hipótesis de que algún día la ciencia terminara de explicar todos los misterios del universo, no haría más que mostrarnos el cielo que Dios creó.

Ø  De todo lo visible. En clara referencia a lo que podemos definir como maravillas, o sea, aquellos fenómenos o situaciones que se producen por la conjunción de las distintas criaturas. La creación está dotada por Dios de vida propia, que hace que el hombre se sienta extasiado ante ella. Imaginemos una puesta de sol, una aurora boreal, la cima nevada de una montaña a la caída de la tarde, el sonido de una cascada, el murmullo de las hojas, el sonido de una flauta. Todo ello es también creación de Dios.
Creemos que la creación no es estática, sino dinámica; en Dios no hay momentos, comienza su actuación, que se prolonga ya eternamente: crea y sigue creando, ama y sigue amando, salva y sigue salvando.

Ø  Lo invisible. Es decir, de todas aquellas realidades que no pueden ser directamente percibidas por nuestros sentidos. Imaginemos todo lo contenido en la angelología, tanto los que sirven a Dios y ayudan a sus criaturas, como quienes se revelaron contra él y ahora hacen el mal. Dios no creó el mal; éste proviene de las decisiones tomadas por sus criaturas - hombres y ángeles-, creados libres.
Respecto al hombre, lo invisible se refiere también al mundo espiritual, el alma, y a sus manifestaciones: el amor, la amistad, la compasión, la ternura, que están insertas en el hombre como un todo y que reflejan que fue creado a imagen de Dios.

SALMO 148


Alabanza de la creación.
 ¡Aleluya!
Alabad al Señor desde el cielo,
alabadle en las alturas;
alabadle, todos sus ángeles,
alabadle, todos sus ejércitos.

Alabadle, sol y luna,
alabadle, astros luminosos;
alabadle, espacios celestiales
y aguas que están sobre el cielo.

Alabad el nombre del Señor,
porque él lo ordenó, y fueron creados;
él los afianzó para siempre,
estableciendo una ley que no pasará.

Alabad al Señor desde la tierra,
los cetáceos y los abismos del mar;
el rayo, el granizo, la nieve, la bruma,
y el viento huracanado
que obedece a sus órdenes.


Las montañas y todas las colinas,
los árboles frutales y todos los cedros; las fieras y los animales domésticos,
los reptiles y los pájaros alados.

Los reyes de la tierra y todas las naciones, los príncipes y los gobernantes de la tierra;
los ancianos, los jóvenes y los niños,
alabad el nombre del Señor.

Porque sólo su Nombre es sublime;
su majestad está sobre el cielo y la tierra,
y él exalta la fuerza de su pueblo.

¡A él, la alabanza de todos sus fieles,
y de Israel, el pueblo de sus amigos!
¡Aleluya!




Amasay

AMASAY
 
 




   Había sido un largo camino atravesando pedregales y dunas, soportando el calor del día y el intenso frío de la noche.
        
Muchas veces, la duda les había hecho pensar si no eran unos soñadores sin remedio, que habían embarcado a otros en la aventura de perseguir una quimera. La estrella desaparecía por largos períodos, dejando a oscuras su alma y sin norte sus pasos. ¡Seguir a una estrella que anuncia al Salvador! ¡Qué locura!
        
Le dolían todos los huesos del traqueteo del camello. Por la noche se envolvía en su capa y le asaltaban negros pensamientos. ¡Cómo echaba de menos la vida tranquila y llena de comodidades que había dejado en su palacio para embarcarse en esta absurda aventura!
        
Fue Amasai, su criado, quien le sobresaltó, zamarreándole para sacarlo de su letargo:
-Señor, Señor, la estrella. Ha aparecido otra vez la estrella, mírela. ¿No es preciosa?

Gaspar se frotó los ojos y miró al cielo. Pero la alegría que inundó su corazón no procedía de aquella luz tintineante y blanca. Ciertamente, la estrella era más grande, más brillante y hermosa que cuando la vio por primera vez, pero ahora otra luz misteriosa le iluminaba el alma y le empujaba inevitablemente a ponerse en camino de inmediato:

-No hay que perder ni un segundo, nos vamos. Amasai, despierta a los pajes y preparadlo todo. Yo hablaré con mis colegas.

A pesar de ser noche cerrada se oía murmullo de voces alrededor. Pronto, un tropel de campesinos y pastores inundó la vereda. No había aún amanecido cuando, desde la colina que coronaba el sendero, contemplo absorto el resplandor que procedía del establo. No era la luz del sol, era el sol quien le pedía prestado su resplandor; no era la luz de la estrella, que sólo reflejaba tenuemente aquella luz.
Entonces supo que había llegado al final de la búsqueda y había encontrado la solución a todas sus preguntas.
Por su porte y su atuendo, los aldeanos se apartaron silenciosamente y pudo entrar en el establo. Por fin pudo ver con sus propios ojos lo que tanto había buscado entre libros y discusiones de sabios: “encontró a un niño, envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

De su cuerpecito se derramaba una luz suave y cálida, que le penetró hasta los últimos rincones del alma. Gaspar, dijo para sí, “mereció la pena”. “Ahora ya soy feliz”.

Junto al niño, María, su madre, se afanaba en ordenar en el regazo la ropita que le traían como regalo las vecinas. Mientras le arrullaba con una canción de cuna, agradecía sonriendo los piropos y ponderaciones que hacían del niño. José, en cambio, estaba mucho más agitado y, mientras saludaba a los visitantes, corría de acá para allá, intentando mantener vivo el fuego donde se calentaba un caldero de leche.

Gaspar consideró que había llegado el momento de ofrecer él también su presente.
Amasai!, trae las alforjas.

El pobre criado, apenas podía abrirse paso. Llegó sudoroso y casi a rastras, poniéndose de rodillas detrás de su amo. A una señal, entregó un frasco dorado a Gaspar, inclinando profundamente la cabeza.

El rey aclaró a María:
-Es incienso, señora, su olor resulta agradable cuando se echa al fuego.
Ella le respondió con un “gracias” envuelto en una sonrisa, pero desvió su mirada hacia Amasai.

El pobre criado se sentía abrumado ante la ternura de aquellos ojos e intentaba desaparecer detrás de su dueño, con un difícil movimiento de arrastrarse hacia atrás sobre sus rodillas.

-Amasai, ven, acércate, el niño quiere conocerte.

Asomó la cabeza y dijo tartamudeando:
-¿Es... a mí, señora?

Cuando estuvo cerca, María le miró de pies a cabeza y, apenas imperceptiblemente, volvió sus ojos hacia Gaspar. Éste  se ruborizó, y un estremecimiento le conmovió las entrañas.

-Amasai, puedes besarlo, si quieres.

A la vez sacudiéndose el polvo, alisándose el cabello y limpiándose la comisura de los labios, apenas se atrevió a rozar la mejilla sonrosada del niño.

Pero supo en ese mismo instante que él, el pobre Amasai, había recibido un regalo tan grande que ni los reyes más poderosos pudieran nunca haber soñado.
 Estaba seguro de que a su regreso no tendría otra cosa que contar a su esposa, a sus hijos y sus amigos. El resto de su vida la pasaría intentando buscar las palabras que describieran aquel encuentro.

Cerró los ojos y soñaba con el día en que se viera rodeado de sus nietos pidiéndole con insistencia: abuelo, cuéntanos otra vez lo del niño.

De sus pensamientos le sacó la voz suave de María:
-Por favor, José, le dijo a su esposo, dale un poco de leche, pan y queso. Este hombre está casi desfallecido.

Y al tiempo, le entregó el frasco del incienso. José miró dentro e hizo un gesto de extrañeza, sin saber si el contenido era un condimento exótico o un remedio para algún tipo de mal. De todas maneras, tomó la precaución de colocarlo en alto sobre una viga, por miedo a que pudieran comérselo las gallinas.

--- 0 ---

Los días siguientes, Gaspar, no podía olvidar la mirada de María. Imperceptible para los demás, a él le había dejado inquieto y preocupado.
Comenzó a observar a su criado. Ahora pudo darse cuenta de que cojeaba un poco de la pierna derecha y se ayudaba para caminar apoyando su mano en la cadera; en cuanto a la túnica, poca protección le daría contra el frío.

Le impresionaron sus pies: las sandalias, de tan gastadas, dejaban al descubierto unos talones endurecidos y llenos de grietas. ¡Dios mío, cómo había envejecido! ¡Por qué no se había fijado en él hasta ahora!

Tomó una decisión rápida y se fue a hablar con Melchor y Baltasar. Cuando los pajes observaron la discusión bastante acalorada entre los reyes, llena de negativas con la cabeza y de gestos de firmeza, golpeando con el puño sobre la mano abierta, entendieron que algo serio se estaba cociendo y que, muy probablemente, serían ellos quienes pagaran las consecuencias de aquel debate.

Gaspar le llamó en voz alta:
-Amasai, mañana quiero hablar contigo.

 Temió lo peor y no pegó ojo en toda la noche. Me lo veo venir, se decía, seguro que me larga el cuento de la crisis: que las cosas están muy mal... que esto hay que sacarlo adelante entre todos... que tenemos que apretarnos el cinturón... que hay que reducir gastos..., que él qué quisiera... que hacer esto le da mucha pena... En resumen, que hemos decidido quedarnos con un solo paje para los tres reyes con el fin de ahorrar costos y que no nos parece bien cargarte con tanto trabajo, dado el aprecio que te tenemos. Así que nos quedaremos con Jusuf, el más joven.

No quiso comer nada aquella mañana. Su mente la recorrían negros pensamientos, como las nubes que anuncian un temporal:
 -¿Qué voy a hacer ahora? ¿Quién va a contratar a un hombre de mi edad, cansado y medio cojo? ¿Qué será de mi familia, Dios mío?

Le extrañó la sonrisa bonachona del rey y cómo se frotaba las manos. No le pareció un mal presagio para la temida entrevista, pero tampoco suficiente indicio como para desechar sus miedos.
-Pero, hombre, qué te pasa ¡si estás temblando! Anda, siéntate, que tenemos mucho de qué hablar.

Amasai temblaba más aún, pues jamás le había tratado con esa familiaridad y mucho menos invitado a sentarse en su presencia.

-Cuántos años llevas a mi servicio.
-¿No lo recuerda, señor? Apenas era yo un muchacho cuando usted le pidió a mi padre que  fuera su criado.

-¿Estás casado? ¿Cuántos hijos tienes?

-Mi esposa se llama Alina. Y tengo tres hijos pequeños, las dos niñas ayudan a su madre con la casa, el huertecillo y las gallinas. El varón anda a lo que sale, pequeños trabajos en el campo o pastor... ya sabe, señor, cómo es la vida de los pobres. Fíjese que con los ahorros de este viaje pensábamos comprar un borriquillo...

Iba a añadir yo comprendo que las cosas están mal, en un intento de allanarle el camino para lo que estaba seguro iba a decirle.

Pero Gaspar le interrumpió:
-Bueno... vamos a ver... te he estado observando estos últimos días y... (Amasai se restregaba las manos, cada vez más nervioso, y pensando: ¡ya! ¡es ahora cuando me lo va a soltar!).

De pronto, los ojos se le abrieron como si su entendimiento necesitase más luz para comprender lo que estaba oyendo; su cansado corazón latía de manera alocada, necesitaba recibir más aire en los pulmones, por eso casi jadeaba.

Y supo que no era un sueño lo que sucedía porque el rey depositó en sus manos una bolsita de cuero haciendo tintinear las monedas mientras se la entregaba.
-...he pensado, continuó Gaspar, que tendrás que comprarte una túnica nueva y una capa para envolverte en las noches frías. Busca al mejor zapatero y que te haga un buen calzado a tu medida. No quiero que un criado mío vaya por ahí como un andrajoso y casi descalzo.

El pobre Amasai se alejó medio mareado por la emoción y comenzó a caminar sin rumbo dando trompicones acá y allá. Luego volvió sobre sus pasos, se postró en tierra e intentó besarle los pies. La palabra “gra-ci-as” le salió a trozos.

Gaspar le ayudó a incorporarse, se reclinó en el sillón y adoptó su postura favorita, la que denotaba un estado de completa felicidad: con los dedos entrelazados sobre su barrigota hacía girar los pulgares como si se persiguiesen en el uno al otro, primero en un sentido y luego en el inverso, mientras adornaba su cara con gesto socarrón, que se convertía en sonrisa: je, je, je...


Cuando Amasai se alejaba de él, todavía le dijo:
-¡Ah!, se me olvidaba, y cómprate también un buen borrico para la vuelta a casa. El camino será largo, porque tendremos que dar un rodeo.
Y le gritó, ya lejos:
-Que sea para hoy, porque tenemos que despedirnos del Niño, de María y de José.
--- o ---

         Antes de entrar, Gaspar ya supo que María conocía lo sucedido, porque percibió el suave aroma del incienso. Efectivamente, José había puesto unos granitos sobre las ascuas. El niño estaba  dormidito en el regazo de su madre. Ella miró a Amasai de arriba abajo con un gesto de aprobación y entonces ofreció el niño a Gaspar para que lo besara.
        
Mientras tanto, los ángeles cantaban:
¡¡¡Gloria a Dios en el Cielo
y Paz en la tierra a los hombres,
a quienes Dios ama!!!

         De un golpe, Amasai lo vio todo con claridad: esta vez no se le fue por alto la mirada de María a su amo.
Yo seré viejo, pero no tonto, se dijo.       
         --- 0 ---

Cuentan los campesinos de aquellas montañas que una extraña caravana atravesó sus aldeas. Nunca habían visto unos reyes tan alegres ni unos pajes con tan buen porte.

Reunían a todos en la plaza y gritaban:
-Ha nacido el Salvador. Lo han visto nuestros ojos y ha transformado nuestros corazones. ¡¡Id también vosotros a Belén!!

                                                        Fin.
--- 0 ---
                                              
Para mi querida parroquia de Mesas de Asta.
         Para los niños que este año harán su Primera Comunión.
Para sus padres y familiares.

Y para...



              José Palomas Agout
Navidad 2010